viernes, 13 de junio de 2025

Quien no conoce la historia...

 ... está condenado a repetirla. Esta es una frase muy conocida, que se atribuye a George Santayana (1863-1952), filósofo hispano-estadounidense, que la plasma en su libro “La vida de la razón”. La interpretación de la frase es esencialmente que si no aprendemos de los errores del pasado, los vamos a repetir.

Últimamente la lectura diaria del periódico me ha dado muchos motivos para meditar en la capacidad del ser humano para cometer errores, ya sea repetidos u originales. Hoy no fue la excepción. Leo que hubo una muy pomposa reunión en Palacio nacional, donde, convocados por la presidente (me niego a escribir presidentA), se apersonaron una amplia variedad de secretarios, ministros y otros burócratas, así como algunos representantes de la iniciativa privada, para “voluntariamente” firmar un compromiso para congelar el precio de la tortilla, y a lo largo del año, tomar medidas para disminuirlo.

El objetivo parece muy generoso y plausible, ya que todos quisiéramos que nuestros productos de consumo diario fueran más baratos…

Ahora retrocedamos más de mil setecientos años en el tiempo y conozcamos a Diocleciano, quien fuera emperador romano del año 284 al 305 D.C.

Como muchos otros emperadores romanos su ascenso al poder fue tortuoso, producto de una familia humilde de la Dalmacia, más o menos la actual Croacia, ingresó al ejército, llegando luego a ser jefe de la guardia pretoriana, y a la muerte de Numeriano (en la cual probablemente tuvo algo qué ver), ascendió  al poder, no sin algún considerable derramamiento de sangre.

Los aficionados a la historia lo recordarán por haber iniciado en 303 la última gran persecución de los cristianos, que fue luego proseguida por su sucesor Galerio hasta 311. Esta persecución fue también la más sangrienta y pretendía restaurar la antigua grandeza romana, volviendo obligatorias las prácticas paganas. Fueron especialmente agresivos con el clero. Todo esto terminaría en 313 con el Edicto de Milán, proclamado por Constantino.

Resulta que el buen Diocleciano, también tomó otras medidas: Llevó a cabo la primera división del imperio. Encontrándolo demasiado extenso para ser gobernado de manera eficiente, lo partió en dos, quedándose él con la parte oriental y dejando la occidental en manos de Maximiano… su yerno. Para que vean que el nepotismo tampoco es de reciente creación. 

Y, tal vez la menos conocida de todas: Luchó contra la inflación…

En el año 301, Diocleciano, preocupado porque la moneda acuñada por su gobierno valía cada vez menos, decidió publicar un edicto (después de todo era el emperador…) fijando precios máximos para más de 1300 productos y servicios, incluyendo alimentos, ropa, trasporte y salarios. Se establecieron castigos severos, incluyendo la pena de muerte para quienes desobedecieran.

Resultados y consecuencias:

Escasez: Los comerciantes preferían no vender a malbaratar sus productos,  provocando escasez de bienes.

Mercados negros: Surgieron mercados ilegales donde se vendían bienes a precios más altos.

Aumento de la inflación: La devaluación de la moneda y la emisión de monedas de bajo valor metálico empeoraron la situación.

Disminución del comercio: El edicto afectó negativamente al comercio y la economía romana.

Esta norma dictada por Diocleciano no logró su objetivo de frenar la inflación ya que la constante emisión de monedas de bajo valor metálico trajo como consecuencia que se devaluara aún más y aumentaran los precios de los productos. De esta manera, los precios máximos resultaban demasiado bajos generando que los mercaderes dejaran de vender algunos bienes o que lo hicieran ilegalmente, o sea, en el “mercado negro”.

Esta regulación alteró el intercambio de bienes de tal manera que ciudades enteras dejaron de comerciar. Además, como el edicto fijaba los salarios, los trabajadores en especial los soldados protestaron al notar que, como consecuencia de la inflación, con lo que cobraban podían comprar cada vez menos productos. Conclusión: el control de precios de Diocleciano fracasó de manera rotunda.

La historia dice que Diocleciano, enfermo y debilitado, tuvo que abdicar convirtiéndose en el primer emperador romano en dejar voluntariamente su cargo.

Los expertos consideran que este fue el primer intento documentado de establecer un control de precios. Se ha repetido en incontables ocasiones a lo largo de la historia, por gobiernos tanto de “izquierda” como de “derecha”, pero eso sí, siempre populistas. Ya se imaginarán los resultados.

Esperemos hasta fines de este año, para apreciar las consecuencias de esta novedosa medida…

 

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